miércoles, 5 de agosto de 2009

EL LAZO BLANCO

EL LAZO BLANCO *Poeta De Torres

El hombre fue de caza y vio una liebre
que esperaba la vida con dulzura...
Apuntó con grandísimo cuidado
y un chasquido le dio por su fortuna.

La piel de las futura liebre rosa
se unió con manchas rojas a un resguardo
que el potente señor tenía colgado
de sus hombros, ya viejos, bien tapados.

Se fue con los amigos, de relente,
a un comedor de arcos, luz y brillo
y entre chistes sin gracia, pero fuertes,
deglutó mil sustancias de suspiro.

Pasó aquel tiempo hermoso, de su margen
y guardo el arco y flecha en sus armarios,
pues el brazo derecho estaba siempre
presto a calmar su cuerpo de los daños.

Sin embargo, miraba, en sus salones,
los restos de sus cazas, disecadas,
aunque estos decían que estaban secos
y que pronto tendrían su faz montada.

Un lazo blanco estaba en un armario,
cansado de esperar se lo pusiera,
en los ojos y frente, con cariño,
para que el sol en su sentir fluyera.
Pero él no esperaba El Más Allá
ni en La Fuerza inaudita del Creador
ni en lo justo del alma de los seres
ni en la Cruz que te salva si hay Amor.

Eran las doce quince de la noche
y un servidor le dio las buenas noches,
con dulzura, sonrisa y compañía...
¡Llevaba un lazo blanco para el postre!

Todas las liebres deben de jugar
sin el peligro de la ley que acecha,
pues La Ley, con Un Cuatro, advierte firme,
que quien sea incumplidor Pierde La Fiesta.

Esas frases sintió que le decía
el esclavo del lazo blanco en ristre,
aunque no abrió su boca, como siempre
ni puso cara seria, recta o triste.

Un temblor palpito por sus entrañas,
pues comprendió que aún quedaba tiempo
y raudo rescató de la bandeja
el lazo blanco, que es La Vida Ciega.

Se fue a la estantería de sus joyeros
y busco La Gran Cruz de mil denarios,
que al fondo y entre estatuas millonarias
palpitaba el silencia del diario.

Hincó sus dos rodillas. Dijo...¡Salve!
Me arrepiento de haber matado tanto...
Y en el brazo derecho, el que apuntaba,
apretó El lazo Blanco sin espanto.

Ese ser fue al final listo y grandioso,
pues creyó las palabras del Maestro,
que decían--- Yo perdono a quien lo pide
si su Fe en Mi Palabra es como un beso.

Aquellos que se ponen lazos blancos
no son la perfección ni lo sublime,
pero apuntan su Cruz en el diario
que al final de la vida nos redime.



Jesús De Torres Cabezudo
España, 28 de Marzo de 2009

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